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Celerina Sánchez, poetisa Mixteca que habla del racismo y discriminación en la lengua Tu'un savi

Foto del escritor: Juana GSJuana GS

Texto y Foto: Juana García S.

Editora: Georgina Montalvo Carrasco

Ntsi’í ‘ín ita

¡Maa ketaga ñaa kuxii ino! nuú ini taxiin tsatsia ini naá ndusu ‘ín nana kuchaa so’o rii ndoñu’ún se’e ñaâ nchikaná kuachi sati ‘ín yoso kuia Rii kue ñaá chancha chuún / sa’a kuii takua koo kuachi inia raa nuú nda’á mee kue ñaá kaa nií / nuú kue yu’í / kue tu’ín / ndituso ñaa kee nuú kuii kuú kiní mancha asii nií …


Muere una flor

¡La tristeza ya no cabe más! dentro del silencio se desgarra el alma la voz de una madre se escucha por su hija perdida esa mujer sentenciada a mil años porque sus verdugos le hicieron sentir culpa/ Mientras ellos llevan la sangre en sus manos / bocas / palabras / todo lo que salga de ellos es perversidad con sabor a sangre…


Santiago Juxtlahuaca, Oax.“No sé si en realidad he contribuido con la lengua o no, pero cuando entendí lo que estaba pasando, la única herramienta que encontré fue la poesía”.

Para Celerina, la poesía es un arma de resistencia y al mismo tiempo, de libertad. “Plasmo justo de lo que he vivido, del presente, no solo en lo personal sino en general, afortunadamente la poesía te permite extenderte, hablar de odio, amor, tristeza, soledad”.

Empezó a escribir en 1997 en la lengua que en castellano tiene de por sí un nombre poético: pueblo de lluvia. Desde entonces, presume que la han leído más las personas que viven fuera del municipio, que la gente Ñuu Savi. “Nadie es profeta de su propia tierra, dice.


Creció en un mundo donde no pertenecía

Celerina Patricia Sánchez Santiago es su nombre completo. Nació en Mesón de Guadalupe, comunidad de la región mixteca que pertenece al distrito de Santiago Juxtlahuaca, Oaxaca, lugar donde fueron a dar muchas familias de pueblos indígenas debido a la falta de trabajo en sus comunidades.

La familia de Celerina emigró a Juxtlahuaca entre los años de 1975 y 1976. Cuenta que por voluntad de su padre la mandaron a estudiar en la escuela primaria Cayetano Esteban porque ahí enseñaban en español. De ninguna manera iría a la otra escuela primaria, bilingüe, ubicada en el barrio de Santo Domingo.

La consigna era dejar de ser quien era. “Eso simbolizaba el racismo que mis padres de la misma manera habían sufrido, pero que no lo podían expresar”.

Vivió con sus padres hasta que terminó la primaria, luego se fue a la Ciudad de México con otra familia para poder estudiar la secundaria. Ese fue el caso de cientos de jóvenes de Juxtlahuaca que querían continuar sus estudios.

Logró terminar la secundaria a pesar del maltrato que sufría de parte de aquella familia. “Eran violentos, en ocasiones me ofendían e incluso hubo violencia física, lo que me motivo regresarme al pueblo”.

Ya en casa segura, su madre le dijo que no había manera de que siguiera con sus estudios, por lo que de nuevo se fue a la Ciudad de México, pero esta vez la acogió una de sus hermanas, que ya vivía en la ciudad.

Celerina inició entonces como trabajadora doméstica. “Me puse un poco a estudiar pero sin terminar la preparatoria porque no había condiciones, en seguida me casé y se acabó la historia”. Mientras se carcajea, como si no tuviera importancia, agrega que logró acreditar el bachillerato en CENEVAL y que en 2014 ingresó a estudiar Lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.


Discriminación entre discriminados

Celerina cuenta una parte cruel entre los suyos. En Juxtlahuaca, “¡(a los de Mesón de Guadalupe) nos dicen ‘de la montaña’ y demás adjetivos pese a que somos de la misma región!, cuando uno va a Juxtlahuaca, las personas te mencionan ‘no digas que hablas una lengua indígena’. La gente de la montaña quiere pertenecer a Juxtlahuaca y los de Juxtlahuaca no los quieren”.

“Esto es como una broma pero en realidad sucedió”, advierte. “Cuando llegué con mis padres a Juxtlahuaca, nos decían ‘los mixtecos’, nos hacían sentir fuera de ese lugar, las palabras hirientes eran redundantes, tenían actitudes ofensivos, los de Juxtlahuaca no nos veían bien”, recuerda.

Uno de sus nombres, “Celerina”, se convirtió en algo que no era bien visto. “No digas que te llamas Celerina, di que te llamas Patricia”, su segundo nombre. “Entonces yo me presentaba como Patricia, me preguntaba por qué a la gente no le gusta mi nombre, bueno a mí también me gusta Patricia pero tengo otro nombre, muchos años después fui entendiendo que era un racismo tremendo hacia mi persona”.

Reflexiona: “Tal vez era una cuestión sin fondo pero al final es racismo, un racismo de no querer ser quien eres tú, obviamente que eso paso en un tiempo muy difícil donde yo tuve que trabajar mucho conmigo misma”.

Celerina asegura que logró entender su cultura y lo que sucedía, en el momento en que estuvo en paz consigo misma.

Comparte una de las vivencias que la marcó para deducir la profundidad de la discriminación que muchas familias sufrían. “Hace algunos años mi madre tuvo diferencias con una vecina. Mi padre siempre ha tenido un caballo, entonces esta gente venía y desataba el caballo para amarrarlo en la milpa de otro vecino para que el caballo se lo comiese. Mi madre me platicaba, ‘yo le hablaba pero no me entendía solo me gritaba y me decía de cosas pero no me concebía porque yo hablo mixteco y ella español’. Esa situación se presentó varias veces, eso me parece un racismo muy insondable, es un acto de odio, sin embargo hubiera sido diferente si mi madre hablase español con la vecina o para hacer una denuncia”, considera.


El racismo desde su raíz: “es como nacer sin ser”.

Celerina Sánchez le ha preguntado a su madre de dónde viene Ñuu Savi o, por qué se les llama así, y ella responde entre risas y ambigüedades: “porque así contaban los viejos”, su padre también opina al respecto, “pero nosotros somos hijos de Dios”.


Celerina con su madre, durante la charla.

Con la respuesta paterna, dice Celerina, “entiendes que la religión derribó a como diera lugar la cultura, la lengua, las creencias de los pueblos y tiene que ver precisamente con ese pensamiento profundo que nos metieron y justo de eso hablo en mi poesía, ‘nos rompieron nuestro espíritu, rompieron con nuestro ser”.

“Cuando entiendes el significado de Niví ndaví (gente pobre), Ñuú ndavi (pueblo pobre), Saá ndavi (lengua pobre), sabes que eso no es traducción del mixteco, porque tampoco hay mixteco en nuestra lengua. ¿Qué es mixteco?, entender esa parte, redescubrir que había una historia detrás de y que ni siquiera es mixteco. Se´e savi (hijo de la lluvia), Ñuú saví (pueblo de lluvia), Saá savi (lengua de lluvia) nos dan idea de que nuestra historia narra de 8 mil años de cultura. Es cuando te das cuenta de que eres otra cosa de lo que te han dicho”, reflexiona la poeta.

Se pregunta: “¿Cómo puedes recuperar si estas rota desde tu nacimiento o desde antes de eso, cómo nombrarlo cuando lo ves y analizas y te dices ‘no quiero ser pobre, no quiero vivir pobre, no quiero existir pobre, de una cultura pobre, ni de un pueblo pobre’, hay un choque tremendo cuando te das cuenta que no sabes quién eres”.

Quienes no tienen la historia de quiénes son, están en posibilidad tremenda de desaparecer, comenta. “Porque ni siquiera sabemos quiénes somos, solo sabemos que estorbamos a un Estado que nos dice que somos pobres, jodidos, feos, salvajes y cuantas cosas más”.

“Kué toó ndavisa ko chui (esos pobres no sirven), Kue va sai (no hacen nada bien), Kini sai (hacen feo), Vaá naa kui (mejor que se mueran)… se te quiebra el sentido cuando entiendes eso. Era obvio que nos obligaran aprender español porque así nos obligarían a ‘salvarnos’ según ellos, por eso es que nuestros padres nos empujaban a salir de nuestras casas, de nuestros pueblos, no era porque fuera su voluntad sino porque también se sentían lastimados en lo profundo de su ser y no querían que eso se repitiera con nosotros”, insiste.

Celerina precisa cómo la discriminación se va incrustando desde la raíz en una persona. “La obliga a aprender el español para integrarse a una sociedad, para acceder a servicios mientras eso no pase, no perteneces a la sociedad”.

En este momento se quiebra y deja caer sus lágrimas, su tono de voz declina. “Cuando descubres lo que te han hecho es doloroso, te das cuenta que nada es como debería de ser, es más, no sé si existe un ‘debería de ser’. Es demasiado cruel que alguien te quiera exterminar intencionalmente sólo porque no le gusta que estés ahí, te ven como otra persona, otra cultura y eso es un acto de odio, ni siquiera es discriminación más bien es racismo puro, se llama exterminio, genocidio pero lo que más preocupa es que sea interétnico, son actos muy crueles que han hechos con nuestros pueblos, no solo hablando de los Nuú Savi”.

En Juxtlahuaca, con los suyos y a temprana edad, cayó en cuenta de esa situación aún tan dolorosa. “Cuando entró a la primaria es donde noto lo más fuerte del racismo, desde ese momento, porque me jalaban las trenzas, me pegaban, me rompían mi cuaderno, era un odio hacia mi persona entonces cuando me doy cuenta que me odiaban por no ser como ellos”.

La poesía ha sido su bálsamo. “Todo esto es parte de lo que escribo, de qué podríamos hablar sino del insondable reencuentro, del profundo saber de quién eres para que la gente lo sepa, no puedes escribir algo ajeno a la realidad”.


La discriminación perpetúa

Hace 20 años que Celerina escribe y tiene un solo libro. Nada tiene que ver con la falta de producción.

“Difundir el material ha sido difícil porque en general no hay apertura, mi libro se publicó porque es audiolibro, la pregunta es cómo publicas un libro (en Tu´u Savi) donde al final de cuentas lo van a leer en español, porque lamentablemente mucha de nuestra gente no saben leer”.

Su libro se llama Inií Ichí (dentro del camino) y lo publicó en 2013. Sin embargo, en colaboración con otras poetas se imprimió la colección de siete libros llamada “Voces nuevas con raíz antigua”, editada por Plural Colecciones. Ésta incluye Zapoteco y cinco lenguas más del estado de Chiapas (Tsotsil, Cho´ol, Zoque y Me´pha).

Otra de sus labores ha sido traducir cuentos mexicanos a lado del periodista Roberto Zavala.

Es en Inií Ichí donde Celerina sentencia e inmediatamente se repone. “Al final de cuentas tú como ser humano te quedas lastimado, entonces cómo le haces para reconciliarte, entender que tú eres una parte de una cultura diferente a otro, es trabajar contigo muy íntimo donde tocas hilos que duelen muy abismalmente pero eso te permite ser y tener mucha fuerza para poder seguir”.






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